Recorchar nº 2
Hoy vamos a recorchar (esa simbiosis léxica y espiritual entre recordar y escuchar) con Insurrección, de El Último de la Fila. Una canción que ha perdurado en el tiempo y que no se sabe qué significa realmente. Yo os voy a contar qué representa para mí.
Tuve la suerte de asistir al concierto que dio la banda en la Monumental, en Barcelona, allá por el año 1988. Yo me iniciaba al volante con un ocho y medio perezoso (no le gustaba subir las cuestas). Recuerdo un pique en cámara lenta muy divertido con un dos caballos y un fura. Volvíamos del concierto y sonaba Insurrección a toda leche (en el loro del coche, no). Aquel ocho y medio tenía la ventanilla pequeña del copiloto rota y recuerdo cómo la tapaban con las manos para que no se escapase el humo de los cigarrillos de la risa. Sigue haciéndome gracia aquella escena. Entonces éramos inconformistas insurrectos contra la rutina que recalaban en barras de bar, y conocíamos pocas derrotas, las suficientes. Casi toda la pandilla ya trabajaba y tenía archivadas causas contra la rebeldía. Entonces, sin saberlo, estábamos al borde de olvidar los sueños. La peor derrota siempre es la auto-infringida.
Después vino la época oscura. Estudiar, trabajar, escalar, ejercer de adulto y de responsable y recordar en los ratos libres o cuando sonaban algunas canciones (entre ellas, Insurrección) lo que fue y lo que no pudo ser. Supongo que tienes que experimentar en la propia piel que crecer es perder. Y yo, quizá, perdí demasiado. Sumar años es como sumar pasos, si no disfrutas del camino, se tiende a perder iIncluso la sonrisa. Y la mirada
Luego, con los años, vacunado contra la rutina y con la convicción de que tenía que recuperar ambas (mirada y sonrisa), aquella canción volvió a cobrar un protagonismo especial, fue en ese bar donde se bajaban las persianas con algunos dentro. Las derrotas estaban aceptadas y ya no supuraban. Los sueños volvieron. La rebeldía y la insurrección, también.
Ahí, Insurrección se convirtió en un himno, el himno del que quiere vivir el momento (Carpe diem!), recuperar los sueños perdidos, hilvanar los nuevos y gritar olvidándose de las cadenas invisibles que nos atan. Entonces, cuando sonaba (muchas veces era la versión que cantaba Manolo con Miguel Ríos), nos fundíamos en un corro y bailábamos juntos. Y, todo eso, a un borde u otro de los cuarenta…
Siempre me confundía cantándola en voz alta y cambiaba el «…llamado a las filas de la insurrección» por el «…herido por las flechas de la incertidumbre». Con el tiempo, cuando llegaba esa parte, los demás callaban y me quedaba solo con la certidumbre clarísima de no haber acertado. El colofón era el «cómo tenía las tetas…» antes de la parte de «pequeñas tretas…». Adivinen quién era el canalla.
En una ocasión de aquellas, abrazados en corro, se realizó uno de mis sueños, quizás el más grande que he tenido nunca y que creía más utópico. El sueño que me había alimentado en mi época más inapetente y difícil. No tuvo nada que ver con la rebeldía o la insurrección, pero sí con el amor. ¿Dónde estabas entonces…?
Os invito a recorchar, escuchándola, para crear esa simbiosis. Yo voy a hacerlo, sonreiré, el ayer hará un pulso con mis párpados y mis ojos brillarán al recordar el corro que cantaba en voz alta, mi ocho y medio, todos los sueños aparcados y aquellas derrotas reconvertidas en maestras de sueños noveles (los míos siguen haciendo campana). Son retales de mi vida, fotos a contraluz…
Recuerda que, a veces, los sueños, por imposibles que se crean, se hacen realidad.
Y volveré a sentir, igual que aquella primera vez, tus labios en los míos. Los demás se agolparán, esperando su turno.
La letra:
Dónde estabas entonces cuando tanto te necesité? Nadie es mejor que nadie pero tú creíste vencer. Si lloré ante tu puerta de nada sirvió. Barras de bar, vertederos de amor... Os enseñé mi trocito peor. Retales de mi vida, fotos a contraluz Me siento hoy como un halcón herido por las flechas de la incertidumbre. Me corto el pelo una y otra vez. Me quiero defender. Dame mi alma y déjame en paz. Quiero intentar no volver a caer. Pequeñas tretas para continuar en la brecha. Me siento hoy como un halcón llamado a las filas de la insurrección